Martes, 17 de Marzo
Anoche tuve pesadillas. Apenas pude dormir. Hoy despierto descansado, sin saber qué hora es. Tomi no está en la cama. Tampoco hay ruido en la casa. Las niñas deben aún dormir.
– Buenos días…
– Buenos días. No quiero ser molesta pero recuerda que tienes que averiguar qué son esos cargos del banco y revisar si hay algo pendiente de cobro. Ahora está todo cancelado. Aprovecha y revisa qué ha salido mal y qué bien, haz..
– Sí
– No me digas sí. Deja de poner el automático. Sabes que me pone enferma.
– Perdona, tenía pensad..
– No, perdona tú. En tu cabeza está muy bien hasta que deja de estar. Escríbelo. Haz algo. Llevas desde el viernes cancelando y no has hecho nada por reflotar tu negocio cuando esto haya pasado. No lo hagas por mí, ni por tus hijas. Hazlo por tí.
Asiento en silencio, por si acaso.
Pienso en las publicaciones que tengo programadas en facebook. Espero que funcionen. Mañana hace un año y diez días de aquellas fotos en Bedmar. ¡Menudo montaje! Fue divertido.
Comienzo a evaluar lo que llevo de año entre interrupciones. Las niñas necesitan correr, que les de el sol… Y en este maldito bajo no termina de entrar.
Hoy nos comemos las noticias extraordinarias, que parecen la misma en bucle hasta que sale el presidente, con los restos que han quedado de estos días atrás.
Se le ha llenado la boca. Demasiados ceros y muchos de ellos no los aporta el estado. ¿De dónde los vamos a sacar? La banca nunca pierde. Eso es de primero de MonoPoli.
Vértigo. Noto como este alivio colectivo al escuchar cifras que pretenden evitar colapso económico me genera vértigo, porque acelera la incertidumbre de hacia dónde irá, en quién recaerá la responsabilidad. Ya vivimos bastante dolor con la expansión de esta enfermedad como para que se nos eche, además, esta losa encima.
Mi situación no es demasiado mala. Aún no…
En cualquier caso este «diario» no se parece en nada a lo que tenía previsto compartir hace sólo unos días. Se hacen interminables, pero no da tiempo a hacer ni la mitad que sin esta la alarma que nos aprisiona. Los pensamiento se agolpan y paralizan toda conciencia de acción, convirtiendo todo en inercia.
Sé que son las 20:00 porque llega el eco de aplausos a través de las ventanas cerradas. Son sobresalto. Un despertador que llama a preparar la cena y comenzar rutinas de sueño y cama.
Tres horas más tarde un par de caricias, susurros…, y media vuelta. Cierro los ojos y a esperar que me invada el sueño.
Ya vendrá Mañana.
COVID19, Reflexiones, sostenibilidad turística
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