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Diario de aislamiento. #0: el previo…

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Con mucho pudor y vergüenza por no ser nadie, ni pretender serlo, inicio con estas palabras una serie de reflexiones, que a modo de registro del aislamiento familiar que iniciamos con motivo de evitar contagios masivos y virulentos del Covid-19, pueda servirme en un futuro.

Las últimas horas han sido frenéticas por el bombardeo de información, y al menos para mí hasta un poco agotadoras: emisión de llamadas para posponer actividades, visitas y eventos. También para atender solicitudes de información y cancelaciones de último momento, protocolos de actuación, comunicados oficiales y extraoficiales, línea directa que arde con el grupo whatsapp de mamás y papás del cole, familia directa, política y hasta de la leche en plancha, de la que hacía mil que no sabía y de repente vuelve a existir.

La preocupación por el viaje que la que me aguanta como esposo desde su trabajo en Cádiz, con el comunicado de Estado de Alarma filtrado a los medios pero aún no producido, lo único que hace es incrementar la lentitud y aplomo de mis pasos hacia la frutería del barrio. No quedan patatas? y cómo les preparo a las peques hoy lo que les había prometido para antes de dormir?

Una lechuga me cuesta más de media hora por la aglomeración de vecinos en ese pequeño recinto. Espero y salgo con mi premio…

El tiempo convulsiona por un lado no termina de pasar y por otro se me escapa.

Por fin llega de su viaje. Recibimiento habitual en modo festejo. Aún no sabemos si tiene que volver o cómo se va a organizar todo en los próximos días.

Respiro cuando se acuestan, escribo nota de cancelación de todos los servicios y aliento a clientes y colaboradores, a pesar de estar pendiente de un servicio para el domingo. Estoy convencido. No saldrá.